jueves, 17 de mayo de 2018

Dos estrellas que te guían

Cuando te pasa por primera vez estás tan desprevenida... creíste que eso JAMÁS te sucedería a ti, para una segunda vez estás aún más desprevenida; JAMÁS, JAMÁS hubieras creído que en ti se repetiría la historia"
No son palabras mías, son palabras de Naileth la mamá que hoy nos cuenta su historia, una historia con doble pérdida en un corto periodo de tiempo, con un parto muy poco respetado por los profesionales de la salud y una sanidad y unos recursos escasos. Ella tiene 28 años, es de un pueblo de los Andés venezolanos y es toda una guerrera y una mamá en el cielo. Gracias por compartir tu historia, eres toda una valiente y sé que pronto tendrás tu recompensa, mucho ánimo:

Tras 3 años de búsqueda un domingo de abril veo por fin el ansiado positivo en el test de embarazo, ¡estaba embarazada! nada en la vida me había hecho tan feliz, caminaba entre nubes y dediqué todo de mi en ello. Renuncié al trabajo y a la casa, hacía lo justo y necesario, quería descansar y cuidarme y sentía que no era yo la que estaba dando vida a la criatura que había en mi panza, sino que era ella la que me la daba a mí. Me sentía plena, feliz y hermosa, la embarazada más linda del mundo. Fue mi sol y todo giraba entorno a ella.
Mi embarazo fue bueno, con sus altibajos normales pero bueno hasta el lunes 2 de Octubre, estaba de 29+4 semanas y fui al hospital porque desde hacía un par de días esos movimientos fetales tan exquisitos estaban ausentes. En la ecografía que me hacen aparece reflejada la pena en la cara del doctor: "OBITO FETAL", yo no entendía, me encontraba confusa por lo que me aclara "tu bebé está muerto", sin más, sin tacto, sin cuidado. Empecé con la negación, lágrimas y pataleo de niña, no podía ser, mi bebé, mi hija Nathalia que era tan deseada, tan amada, tan esperada... había fallecido... Sin ninguna explicación, sin ningún motivo... nada...
Empezaron a hablarme del ingreso, tenían que inducir el parto, administrar oxitocina y romper la fuente con una vara de plástico. Fue horroroso el dolor que sentía, pero más aún fue sentir el líquido por mis piernas porque se convirtió en algo real, iba a conocer a la princesa de mis sueños sin vida. Se me partía el alma.
Pasaron las horas y tan sólo un doctor tuvo la suficiente empatía para tratar conmigo, sólo uno... me explicó que para dilatar me pondrían Misoprostol vía vaginal. Las contracciones comenzaron a ser cada vez más intensas y aunque me encontraba en la habitación con otra paciente, mi instinto de madre me dijo lo que debía hacer: me senté, y con mis manos sobre mis rodillas puje y di oscuridad, si oscuridad, no siento que diese luz... Mi hija quedó boca abajo, le di la vuelta y comprobé allí mismo que Dios existe, lo vi en su linda cara, una nariz tan perfilada, unos labios tan perfectos, unas pestañitas diminutas... a ese Dios lo toqué en su delicada y húmeda piel blanca y de repente... gritos de mi compañera de habitación asustada por la situación. Rápidamente el personal médico vino y la enfermera fue a socorrerla y a tranquilizarla porque ella  sólo repetía  "mami, no veas eso"; ¿eso? pensé yo ¿eso? no es eso, es ella, ELLA... era lo único que conseguía repetir en mi cabeza. 
Cuando llegó el personal médico me increparon por que´no fui capaz de llamarles para que me ayudasen, no podía responder, pero ¿para qué lo iba a hacer? si no tuvieron ningún tipo de atención hacia mi ni sensibilidad por la situación...en parte es normal, la situación no es la más idonea, muchas batallas que librar y muy pocos recursos y como paciente los dolores del alma se tragan y los del cuerpo se resisten porque analgésicos y empatía no hay. Con mi hija bajo mis piernas el doctor estuvo explicando a los estudiantes como coser el cordón umbilical porque no había ganchos y allí en ese momento, vi sus pies y brazos colgando cuando la separan de mí... no la cogieron como se hace con un bebé vivo, no la envolvieron en una manta... y yo sólo sentí que fueron muy poco respetuosos con su cuerpo. Finalmente me llevaron a la sala de parto porque la placenta no se expulsó por lo que tuvieron que sacarla con sus manos. Muy cerca de mi examinan a Nathalia, 1 kilo 100g, 39cm y fue en ese momento cuando vi que la envolvían en una sabana azul médica y adhesivo. Me contaron que fue en ese momento cuando tomaron muestras para los estudios citogenéticos cortando parte de piel y músculo de su brazo y pecho; aún así yo no lo recuerdo, no logro recordar esos detalles pero aún así fue otra muestra de la falta de sensibilidad que mostraron por mí durante todo el proceso, hacerlo frente a su madre.
De madrugada me realizaron una ecografía, y una cantidad enorme de sangre cayó; me tenían que hacer un legrado porque aún quedaron restos. Al despertarme de la anestesia veo una luz y me encuentro boca arriba, me asusté, ¡mi bebé! debo acostarme del lazo izquierdo... cuando veo unas puertas de vidrio, una camilla... y caigo en la cuenta que estoy en el hospital, ya no hay bebé y ese llanto inconsolable me invade otra vez.
Y todo este proceso lo hice sola, sin mi pareja, sin mi familia porque el hospital prohíbe su presencia ni siquiera para ayudarme a superar estos momentos tan duros. Sólo pude verlos cuando caminaba dolorida, casi desnuda con el frasco de sueroen la pano, a la puerta principal donde les hablaba escasos segundos. Confieso que los engañé, iba con sonrisas a mostrarles lo fuerte que estaba siendo... era lo menos que podía hacer por ellos, estaban tan desplomados y preocupados, esforzándose tanto por conseguir los medicamentos...
A los tres días me negaron el alta por tener elevados valores de glóbulos blancos, pero cansada de tanta negligencia decido firmar el alta en contra de la voluntad médica. Sentí que había sido la peor experiencia de mi vida, pero que equivocada estaba...
Llegó el tan incomprendido duelo, donde escuchas frases famosas y dolorosas de unos y el vacío de otros, como si fuera poco perder a mi hija, quién me dejó rota e incompleta, contemplando el suicidio como opción, deseando haber muerto con ella...
A finales de enero llegan los resultados del examen genético: Síndrome de Turner en Mosaico, y se esclarece la causa de la muerte dandome una pizca de paz y mucha resignación, pero al poco de cumplirse 5 meses de su partida decidimos comenzar a buscar nuestro bebé arcoiris, con tal eficacia que inmediatamente hay un retraso en la menstruación y los miedos que pensaba que estaban enterrados emergen nuevamente. Hablo con mi bebé, le explico que lo amo y que me perdone por las lagrimas, la rabia y el dolor, que son por su hermana Nathalia y que si él, ella o ellos estaban allí me harían muy feliz. Sin embargo aparece un sangrado finalmente, no estaba embarazada y ya planeamos intentarlo el próximo mes.

Domingo 11 de marzo, siento intensos dolores durante el día y como continúan durante la noche vamos al hospital por sospecha de apendicitis. Me atienden en ginecología, hacen eco y piden Beta: estoy embarazada, pero es un embarazo ectópico. Aquel que sería mi arcoiris se convirtió en la peor tormenta de mi vida: mis labios han perdido color, tengo taquicardia, tensión baja, miro mis uñas que sin esmalte se ven diferentes... es evidente mi dificultad para respirar y grito porque el dolor es insportable. Mi hermana me da ánimos, me dice que luche y que todo va a salir bien y en ese momento despierto de mis ensoñaciones porque tiene razón, he sido egoista, me he perdido, les pido fuerzas a mis bebés porque sé que no es mi momento. Sentí temor, pidiendo perdón oré a Dios, ellos se merecían lo mejor de mí pero respirar dolía y entre gritos me llevaron a quirófano.
Al despertar me tranquilizan y me dicen que está todo bien, consiguieron salvar mis ovarios por lo que podré volver a ser madre aunque tendré que cuidarme mucho. El dolor había desaparecido y al levantar mi bata veo que en mi vientre estreno una hermosa cicatriz: me invade un sentimiento de amor roto e incompleto, ha sido el único recuerdo de Minichicle (así le nombre porque era pequeñito de sólo 3 semanas, no supe su sexo y se pego a mi como un pequeño chicle, donde no debía ser pero tan aferrado que casi me lleva consigo.
Muchos dirán que no cuenta como bebé, pero realmente no me importan esas opiniones. Esta es mi historia, ellos son mis hijos, este es mi duelo y me siento orgullosa de ser una mamá en el cielo. No temo ser juzgada porque no pretendo cumplir las expectativas de nadie, mis prioirdades desde Nathalia son otras. Con estas experiencias te transformas, aunque te mutilen creces como persona, aprendes a ver sin necesitar tus ojos, a sonreir quebrada, a amar con un corazón roto e incompleto.
Estoy tan agradecida y celebraré esta oportunidad con llanto y risas. Mi vida, la cual comprendí que nunca había sido mía sino de ellos: mi amada familia, GRACIAS.

Quiero agradecer nuevamente a Naileth que comparta su historia, para dar visibilidad a este duelo que pasamos muchas y que es negado o silenciado en muchas ocasiones, y si tú como ella quieres compartir tu historia de mamá en el cielo (o cualquier otra) escríbeme a miarcoirisguerrero@gmail.com o por privado a mi instagram: @mi_arcoiris_guerrero

0 comentarios:

Publicar un comentario