domingo, 31 de marzo de 2019

Cuando la infertilidad aparece en tu vida...

A día de hoy parece que cada vez tenemos que recurrir más a técnicas de reproducción asistida, la mayoría de estudios culpabilizan a la mujer por retrasar el inicio de la maternidad, sin embargo, son muchos los factores que influyen en los problemas de fertilidad actual: peor calidad espermática, el ritmo de vida, la alimentación, los tóxicos del ambiente...así que no, no es culpa exclusivamente de la mujer como quieren hacernos creer aunque es cierto que el primer hijo se suele tener cada vez más mayor. Sin embargo, y a pesar del incremento de pacientes en este sector (un simple vistazo a las listas de espera de la seguridad social nos dará una ligera aproximación de la cantidad que hablamos) parece que sigue siendo un tema tabú en muchas ocasiones e incluso motivo de vergüenza.
Si bien es cierto que ya hemos superado ese término tan horrible de "niños probeta" aún se pueden escuchar comentarios tan despectivos como que si no podemos ser madres que nos aguantemos, que no usemos recursos económicos públicos para algo que la naturaleza no nos da o que simplemente asumamos nuestra esterilidad sin más, todo centrado en la inseminación artificial o la fecundación in vitro, ya que si nos metemos en el mundo de la gestación subrogada los comentarios son muchos más crueles y despectivos. Sin olvidarnos de los publireportajes que cada cierto tiempo salen en televisión o periódicos y que las que estamos dentro de este mundo vemos como locas intentando que de una vez se refleje la realidad de la infertilidad y los tratamientos, sin embargo, acaban mercantilizando y tachándolo de negocio casi abusivo más que mostrando lo que son las visitas reales al centro, los pinchazos, las dudas, miedos, fracasos...

En mi caso, nunca he negado que he tenido que recurrir a la ciencia para ser madre, ni lo he visto como un tema tabú o algo de lo que avergonzarse a pesar de que gente de mi entorno cuando empezamos con el proceso se sentía cohibida a la hora de preguntar o explicar a la gente por qué no teníamos hijos aún (y eso que somos jóvenes, pero ya se sabe, después de la boda siempre viene la famosa pregunta). A pesar de vivirlo como una situación más o menos normalizada nunca he contado abiertamente cómo fue nuestro proceso, dentro de lo que cabe sencillo y rápido porque fuimos afortunados.
Al poco de casarnos, con casi 27 años yo y 30 mi marido, fuimos al médico para ver la situación reproductiva de mi marido, ya que él es diabético tipo I y en muchas ocasiones este factor puede influir en la calidad espermática. Es cierto que dentro del mundo de la diabetes mucha gente puede conseguir un embarazo de forma natural, pero nosotros no tuvimos suerte; la verdad es que lo que nos dijo el médico directamente fue que nos olvidaramos de tener hijos de forma natural o de cualquier otra forma (incluyendo las técnicas de reproducción asistida). ¿Os imagináis que, queriendo ser padres os digan algo así?, ese día no paramos de llorar primero porque habíamos empezado un camino en solitario donde nadie de la familia lo sabía y por tanto en ese primer momento no contábamos con ningún tipo de apoyo (por decisión nuestra ya que no pensábamos que fuera tan grave la situación), y segundo por la poca empatía del "profesional" que nos atendió que no supo ni decirnos cómo podíamos acceder al equipo de reproducción asistida de la seguridad social.
Tras ese diagnóstico tuvimos un par de meses raros, no queríamos hablar de ello aunque cada uno por su cuenta intentaba hacerse a la idea de que quizás jamás seríamos padres, y aunque es cierto que no entraba en nuestros planes a corto plazo era algo que teníamos muy claro los dos que deseábamos. Mi marido se encerró en sí mismo, incluso se culpabilizó y parecía que de repente algo nos había separado un poco porque yo también me encerré en mi misma, negando mi deseo tan grande de ser madre y evitando el tema por si él se sentía culpable... sin embargo, un día exploté, me dio un ataque de ansiedad por haber tenido esas emociones ocultas tanto tiempo y confesé algo que debí hacer en el momento en que salimos del médico: quería ser madre y quería serlo ya. Y como me ha pasado con este segundo embarazo, mi marido me sorprendió confesándome que él también estaba en ese mismo momento, que buscásemos opciones porque él también quería ser padre ya.
En la seguridad social directamente nos descartaron, nos dijeron que eramos muy jóvenes y estaríamos al final de la lista, muchos años de espera por delante que no nos aseguraban al final entrar en el proceso, por lo que empezamos a investigar clínicas privadas. Durante este proceso (que podéis consultar aquí ) también nos planteamos la adopción pero por aquel entonces yo no me sentía preparada psicológicamente para enfrentarme con ese proceso, porque en el mundo de la infertilidad tan importante es la parte física como psicológica, y sí, nosotros decidimos ponernos en manos de profesionales en ambos ámbitos.

Nos enfrentamos al primero tratamiento ilusionados y positivos sin saber que el camino que se recorre es muy complicado, sin embargo, repito, nosotros tuvimos suerte. Al tener yo la edad de las donantes de óvulos decidieron usar el mismo tipo de medicación pensando que mi respuesta sería buena ya que también tenía muchos folículos, sin embargo, la primera decepción llegó tras la punción, sólo cinco óvulos sanos y no eran de una calidad estupenda pero aún así había que esperar 24 horas para ver si habían fecundado o no... y fue que no. Un jarro de agua fría, el primero y único que nos llevamos del mundo de la reproducción, pero lo más habitual es que exista baja respuesta en la punción, problemas de coagulación u hormonales o betas negativas entre otras cosas...
La doctora nos dejó el verano para que desconectáramos y volviéramos al siguiente intento con más fuerza, mientras tanto probamos el ovusitoll para mejorar mis óvulos y la acupuntura (algo que he hecho en los dos tratamientos) pero la desconexión no llegó... fue el verano más triste que recuerdo a pesar de tener que estar con una máscara alegre todos los días, en muchas ocasiones llegaba a casa y me derrumbaba llorando, y más trabajando con niños... Finalmente en septiembre volvimos a la carga, esta vez 18 óvulos y fecundaron 16 que al ser tan buena la respuesta los dejaron llegar hasta día 5, hasta convertirse en blastoscistos dejandonos en reserva cinco de ellos de muy buena calidad. Tuvieron que dejarme pasar dos reglas porque me generaron hiperestimulación, pero de esos cinco, a día de hoy tres tienen nombre: David, Daniella y Alejandro; todos ellos se quedaron con nosotros en la primera transferencia, algo muy poco habitual.