miércoles, 22 de noviembre de 2017

Anorexia del lactante (I)

A todos aquellos que me seguís por Instagram sabéis que actualmente a mi hija le han diagnosticado anorexia del lactante, después de haber estado quince días ingresadas por dejar de comer de la noche a la mañana y hacerle todas las pruebas orgánicas necesarias (incluidas una endoscopia), comprobaron que no había ningún problema físico y que era algo conductual.
La disminución del deseo fisiológico del menor a comer, después de un periodo más o menos largo sin ingesta es denominado siempre anorexia, y aunque parezca algo extraño al menos el 25% de los niños presentan rechazo a la alimentación en mayor o menor medida, ascendiendo esta cifra al 40-70% en el caso de los prematuros. Este problema suele aparecer al finalizar el primer trimestre del lactante aunque es más frecuente durante el segundo trimestre y suele ser habitual en bebes criados con leche artificial (los criados con lactancia materna suelen sufrir las denominadas "crisis del lactante" de las que poco puedo hablaros).
A nivel orgánico, lo que causa una mayor disminución del apetito o la ingesta en los niños suele ser una infección de orina, reflujo abundante (incluso aquel en el que el niño no regurgita ni vomita en las tomas) o ciertos fármacos; y aunque es cierto que puede estar asociado también con ciertos tumores, generalmente cerebrales, estos casos son los menos frecuentes.
A nivel conductual podemos encontrar múltiples causas como menores que han estado mucho tiempo hospitalizados, madres angustiadas y obsesivas, hijos únicos, situaciones de maltrato...pero generalmente suele ser consecuencia del modo en que se realizan las tomas.

En el caso de Daniella, cuyo rechazo ha sido tan grande que tiene que ser alimentada actualmente con sonda nasogastrica consideramos que el problema comenzó siendo orgánico, ya que ella tenía un reflujo bastante grande y doloroso lo que la provocó una esofagitis que la generó el miedo a comer. Como no comía, tanto su padre como yo la forzábamos y desesperábamos en algún biberón (también guiados por los pediatras), lo que fue aumentando el rechazo a comer hasta que, solo con ponerla el babero ya comenzaba a llorar desconosoladamente y era imposible acercar el biberón.
Teníamos además unos horarios muy rígidos de comida (los mismos que durante la estancia en la UCI) y con el tiempo muchas distracciones durante ese momento, que, a día de hoy creo que a Daniella no le gustaban. Si añadimos a todo esto que el momento comida siempre ha generado cierta tensión en casa, por el miedo a que la niña se ahogase y dejase de respirar, teníamos el caldo de cultivo necesario para que al menos disminuyese la ingesta de comida.

Este problema rara vez suele provocar alteraciones en el desarrollo de los menores, y suelen continuar con una buena ganancia de peso tras pasar por la fase aguda, sin embargo, suele ser un generador de estrés y ansiedad para los progenitores, fundamentalmente para la madre, situación en la que me encuentro yo actualmente a pesar de que la niña va mejorando.


Para solucionar esta anorexia es importante que nos armemos de paciencia, mucha paciencia porque, generalmente los niños vuelven a comer, pero después de un periodo de tiempo relativamente largo donde se harán aproximaciones al biberón o la cuchara, según como se vea al menor. En nuestro caso, durante la primera semana tras recibir el alta, trabajamos fundamentalmente con el biberón y el chupete de prematuro (el único que quería porque nunca le han gustado los chupetes, le dan arcadas). Durante la estancia en el hospital rechazaba incluso el líquido en la boca, escupiéndole y no tragando pero en dos días en casa conseguimos que las gotas que caían del biberón las fuese tolerando y aceptando. Para volver a asociar la succión con algo bueno, fuimos poniéndole el chupete según iba cayendo la leche por la sonda (que le llegaba al estómago); al principio fue imposible, pero poco a poco se volvió a acostumbrar y cada vez que notaba la leche en su cuerpo comenzaba a succionar de forma automática; de esta manera conseguimos también que comenzase nuevamente ha tener hambre, pues uno de los pasos fundamentales en este proceso es volver a establecer el ciclo de hambre y saciedad.
El biberón no conseguimos que lo succionara, pero sí que lo mordiera por los lados, aunque era colocarlo en el centro y del miedo ella sola lo colocaba nuevamente en sus mofletes. Durante la segunda semana hemos estado probando papillas de 60 cc (e incluso 90) con un poco de cereales y parece que la cuchara le gusta. De momento se va cansando porque es muy pequeña, pero acepta sin problemas que introduzcas la cuchara en su boca y traga y come cantidades mayores de comida.
Además hemos vuelto a incorporar rutinas en nuestra alimentación, y es que se la da de comer en un ambiente tranquilo (en su habitación, en la mecedora que tenemos) y dándole más atención, lo que ha provocado mayores risas durante la comida.
Aún tenemos unas cuantas semanas por delante en las que tendremos que ir avanzando poco a poco hasta recuperar nuevamente la lactancia con biberón, pero por lo menos a día de hoy, su pediatra está contenta con ella y considera que está avanzando muy bien y poco a poco volverá a comer; y recordad que si vuestro hijo o hija tiene una disminución significativa de ingesta de alimento podemos estar ante una anorexia del lactante, aunque lo más probable es que sea una etapa o fase debido a su edad y maduración consultad siempre con el pediatra para evitar que la situación se vuelva difícil de manejar.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Mi parto

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Conseguí quedarme embarazada gracias a la ciencia, fue una in vitro con icsi, y los primeros embriones que trasferimos fueron los que se quedaron. En la betaespera estuve relativamente tranquila porque pensaba que necesitaríamos varios intentos hasta conseguir el deseado embarazo.
Después del resultado del análisis de sangre y la ecografía que confirmó que venían dos bebes empecé con los miedos grandes. El primer trimestre, además de tener muchas náuseas y malestar en general, fui absorbida por las hormonas (fundamentalmente la progesterona que tenía que añadir con unos óvulos mañana, mediodía y noche) y no dejaba de llorar y pensar que tendría un aborto diferido, sensaciones que empeoraron cuando tuve un sangrado donde me mandaron reposo relativo.
En el segundo trimestre pensé que la cosa mejoraría, esas energías de las que hablan todos los libros, pero además de no encontrarme mejor se me complicó con un cólico nefrítico que me obligó a estar ingresada un par de días y después mantener reposo en casa hasta que dí a luz en Mayo.
Acabé trasladándome a casa de mis padres porque yo tenía que estar en cama, mi medio limón trabajaba mucho y mi madre se estaba haciendo kilómetros para cuidar de mí y luego llevar su propia casa. Con ese reposo todo fue más o menos bien hasta el 2 de Mayo que empecé a expulsar el tapón mucoso, fue muy poco pero me tocó acercarme a urgencias.
Al llegar y tras explorarme vieron que tenía el cuello del útero acortado, estaba en 14 mm y al ponerme los monitores se marcaban pequeñas contracciones, por lo que me dejaron 24 horas en observación, durante las cuales no volví a tener ninguna. Me dieron el alta con indicaciones de reposo absoluto e indicándome que cualquier cosa que me notase volviese. Al día siguiente volví a expulsar tapón mucoso así que volví a urgencias pero me dijeron que seguiría expulsando y que no me preocupara y nuevamente reposo absoluto. A los dos días, con la indicación de la matrona me volví a acercar a urgencias porque estaba con diarrea desde hacía 3-4 días y me había indicado que podía ser indicios de parto, pero al llegar la ginecóloga me hizo una ecografía, no me puso monitores y me mandó a casa con una dieta blanda diciéndome que no era tan fácil perder un embarazo, y que podía moverme algo de la cama sin problemas. Esto fue un viernes. El fin de semana pasó sin incidencias, comencé a moverme algo más, aunque tampoco mucho, y seguía con mi dieta blanda sin expulsar más tapón mucoso.
El lunes por la mañana, me desperté sola en casa, mi padre y mi pareja en el trabajo, mi madre sacando al perro, y yo fui al baño a ponerme la progesterona que me habían mandado por el acortamiento del cuello del útero, que seguía más corto de lo que debería estar. Noté que no podía parar de hacer pis, y que al ponerme los óvulos salió un charquito pequeño de líquido... empecé a llorar porque sabía lo que eso significaba, había roto la bolsa, probablemente de la niña porque es la que más abajo se encontraba, y sólo deseaba que fuera una fisura y no una rotura. Me vestí, dejé todo preparado a la espera de que llegase mi madre y en cuanto se lo conté y vio como seguía saliendo corriendo a urgencias. 15 minutos en llegar, todos los minutos llorando y rezando por mi niña, porque estuviese bien y no le pasase nada malo.
En urgencias me atendieron enseguida, me hicieron la prueba y confirmaron que efectivamente era liquido amniótico y que la bolsa estaba complemente rota, la niña tenía muy poco líquido pero no había contracciones. Me dejaban ingresada para ponerme los dos pinchazos de maduración pulmonar y a esperar que no me pusiera de parto. La ginecóloga que me atendió fue la misma que me vió el viernes en urgencias, y tras eso, las veces que nos hemos cruzado, ni me ha querido mirar a la cara.
El día del ingreso estaba de 24+4 y es cierto que la viabilidad está en la semana 24 pero con muchas complicaciones. Ese día estuve llorando, mucho, con muchos miedos pero con una pequeña esperanza de que con el reposo del hospital aguantasen los dos hasta la semana 28 por lo menos. Ese día aún no me habían mandado reposo absoluto, solo relativo.
Al día siguiente, tras la eco doppler, donde te miran todo en detalle me dijeron que ni moverme de la cama, ni siquiera para ir al baño, porque había muy poco líquido y la niña estaba muy encajada. Lo bueno es que en hasta ese momento no había tenido contracciones, ni siquiera de las pequeñas, y que los bebes estaban estupendos, incluso Daniella sin líquido.
Por la tarde empecé a sentirme un poco peor, con mayores molestias, y al hacer pis empecé a soltar hilillos de sangre. Las enfermeras no le dieron importancia, yo le dije a mi madre que había terminado de perder el tapón mucoso.
El 10 de Mayo, dos días después de haber roto la bolsa, y habiendo completado el ciclo de maduración pulmonar, comienzo a sentir pequeños dolores como de regla a las tres de la mañana. Llamamos a la matrona, y me pone monitores, no se aprecian contracciones. Desde las 3 de la mañana, hasta las 8 que llegó mi ginecóloga, no se me marcaron las contracciones en ningún momento, pero los dolores que yo tenía iban cada vez a más. Hay que explicar, que con rotura de bolsa no te pueden frenar el parto, pues la bolsa se ha podido romper por una infección y al no tener el bebe protección la infección podía pasarsele a ella; aún así dudaron, pero cuando llegó mi ginecóloga me exploró y tocó la cabeza de la niña: tenía contracciones cada tres minutos, el cuello del útero en 2 mm y la niña completamente encajada para nacer. Me pusieron un protector neurológico para los niños, con el que me quemaron las venas de la mano derecha, pero yo sólo repetía que me daba igual lo que hicieran mientras mis pequeños estuviesen bien. Mi familia tenía miedo por mí, a mi me daba igual lo que me pasase.
Me llevaron a quirófano donde estuve sola con el equipo médico. Era una intervención de urgencia por lo que mi familia no pudo entrar. Me pusieron la epidural (a la tercera porque me pinchó muchas veces y mal) y fue cuando empecé a notar algo de alivio en los dolores del parto, me pasaron a la camilla y una pediatra vino a hablar conmigo. Muchas cosas no me las dijo, porque yo pedí que no lo hicieran, sabía lo que había y lo único que le dije fue, "he venido con dos bebes, me tengo que ir a casa con dos bebes". Me explicaron que les pondrían en una bolsa de plástico cuando nacieran para que no perdieran el calor, y que no me asustase si no escuchaba nada porque en bebes tan pequeños lo normal era tener que reanimarles.
Había 25 personas en quirofano y aunque los bebes tan pequeños suelen nacer por cesárea porque no tienen fuerzas para nacer por parto vaginal, Daniella tenía otros planes. No podían sacarla por cesárea porque estaba tan encajada que la iba a llenar de hematomas, así que, tras unos cuantos pujos, nació mi pequeña guerera, a las 10.28. Tuvieron que llamarme varias veces para enseñármela, porque yo estaba tan convencida que no me la enseñarían que estaba pensando en la cesárea para sacar a David. Cuando la vi me pareció preciosa, y tuve que preguntar varias veces si lo que había oído era a la niña llorar, y todos me dijeron extrañados que sí, que no había sido necesario reanimarla. Se la llevaron a la UCIN pero iba tan bien que pudieron enseñarsela a su padre y sus abuelos.
Pero mi trabajo aún no había terminado. Era imposible continuar el embarazo de David, aunque su bolsa estuviese intacta, por lo que tuvieron que sacarle por cesárea, para la que me tuvieron que sedar completamente porque empecé a sentir cierto dolor cuando me cortaban. Nació a las 10.42 y no le pude ver. En este caso se fueron corriendo a la UCI, no pudieron verle ni mi familia pues a él si que le tuvieron que reanimar y además hizo un neumotórax.
Me desperté en el quirófano con tan sólo dos personas, una de ellas mi ginecóloga, que me llevó el embarazo y mis revisiones ginecologicas de siempre, una doctora que sé que hizo todo lo que pudo, me trato con muchisimo cariño y a día de hoy sé que investiga cómo podría continuarse un embarazo gemelar si uno de los bebes rompe bolsa y el otro no.

Mi post parto fue buenísimo, tenía molestias pero mínimas, y lo único que quería era ir a conocer a mis hijos. Sobre las 17.00 me trajeron agua para beber, me dijeron que si hacía pis para soltar la anestesia, podría ir a conocerles. Me bebí la botella en dos minutos, y a los diez ya había ido al baño y con ganas de ir a la UCIN a conocerlos.
La primera vez que los vi, no me impresionó, solo estaba feliz por verles, eran mis hijos, a pesar de que Daniella pesaba 660g y David 800g. Muchos cables por todos los lados, pero, nos dejaron tocarles con un guante muy ligeramente. Eran preciosos.
Mi post parto, fue bueno, leves molestias pero no dolores fuertes y la incomodidad que pude sentir se fue cuando a las 02.15 de la mañana, del 13 de Mayo de 2017, vinieron a mi habitación a decirme que algo iba mal y que fuera a la UCIN. No sé como podía correr en ese momento...
A las 02.30 despedí a mi hijo, y me quedé con él todo lo que necesité y fue, en ese momento cuando comprendí la lucha que tenía por delante.
Mi embarazo fue duro, mi parto fue duro y mi maternidad comenzó de la forma más dura posible pero tuve dos hijos, aunque algunas personas consideren como tal solo a uno. Mi ángel, al que siempre llevaré en mi corazón y mi guerrera, que con seis meses tiene más fuerza de la que yo jamás podré tener.

Os amo con todo mi corazón.

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