viernes, 26 de abril de 2019

Dos almas unidas para siempre

Me encuentro frente al ordenador algo bloqueada e intentando ordenar y poner en palabras los sentimientos que el testimonio de hoy me genera...todas y cada una de las historias que he contado en este blog, de vuestras historias son sagradas para mí, una muestra de cariño y reconocimiento hacia vuestros pequeños ángeles y por eso siempre intento plasmarlas con el mayor respeto posible, pero la historia de hoy... tiene tantas similitudes con la mía que no he dejado de llorar mientras la leía... por eso, no quiero daros muchos detalles sino invitaros a leerla y decir que esta mamá es toda una mama en el cielo, valiente y luchadora; y como siempre si vosotras también queréis contar vuestra historia (de forma anónima o no) podéis escribirme a miarcoirisguerrero@gmail.com o por privado a mi instagram (@mi_arcoiris_guerrero).

"El embarazo llego rápido, después de un aborto.
A mis 25 años afrontaba el embarazo con miedos y muchas dudas, al ser un embarazo gemelar era consciente de que existía más riesgo que en un embarazo de un único bebe.

Tuve un embarazo muy complicado, no sabía lo malo que podía ser un embarazo hasta que viví el mío. Había crecido con la idea de que el embarazo era una de las etapas más bonitas en la vida de una mujer, me lo habían repetido tanto que hasta me lo había creído. No disfrute en absoluto, los primeros cuatro meses los vómitos y las nauseas fueron protagonistas, me impedían realizar cualquier actividad de la vida diaria. Podía vomitar hasta 20 veces al día y eso al final agota, además tuve un hematoma por el que tuve que estar en reposo absoluto casi dos meses. Mi embarazo no solo fue duro por las molestias físicas, sino porque me acompaño un sentimiento de miedo a que algo malo pasara prácticamente hasta que finalmente ocurrió. Cuando por fin las molestias físicas empezaron a desaparecer comencé a tener ciática y literalmente deje de caminar, me resultaba imposible. Después de dos semanas de un dolor que me impedía caminar y habiendo acudido varias veces al médico, decidimos acudir a urgencias.

Era un 18 de mayo cuando entraba en el hospital embarazada de mis dos niñas y no fue hasta la primera semana de septiembre cuando salí de allí, solamente con una de mis hijas.
Ingrese en el hospital en la semana 22 de embarazo, con acortamiento del cuello del útero y contracciones, recuerdo la sensación de miedo y angustia. El médico nos dijo que el parto parecía inminente y lo primero que pregunte es que ocurriría si mis hijas venían al mundo en ese momento y la respuesta fue tan dura como difícil de asumir. En la semana 22 no podrían hacer nada por ellas. Jamás había sentido tanto miedo, recuerdo que llore, llore mucho.
Ni siquiera recuerdo la gran cantidad de medicación que me pusieron, pero hizo su efecto y consiguieron parar las contracciones. Mi ingreso hospitalario duro casi cuatro semanas, llenas de miedos, de dudas, de mucha ansiedad y en reposo absoluto. En la semana 25 de embarazo la bolsa de mi hija Lía se rompió y comenzó una lucha a contrarreloj para parar nuevamente el parto. Hasta en cuatro ocasiones consiguieron pararlo. Pero finalmente en la semana 26 de embarazo, un 9 de junio mis hijas venían al mundo en un parto muy diferente al que había imaginado, recuerdo mucha gente, muchísima. Un parto donde no pudo estar mi marido y donde no pude ver, tocar ni estar con mis hijas. Llevaba ocho horas de parto y recuerdo el terrible vacio que sentí cuando se las llevaron. Lía nació con 640 gramos de peso y Lucía con apenas 680 gramos.

Mi hija Lía falleció a las tres horas debido a un neumotórax que le reventó un pulmón, tardaron dos horas en darme la noticia y las recuerdo como las más largas y amargas de mi vida. Me había preparado para muchísimas cosas, pero creo que jamás contemple la posibilidad real de que una de mis hijas se muriera. Tuve la oportunidad de despedirme de ella, de poder abrazarla y sigo volviendo a ese momento cada día, porque es el único que tengo con ella. Me he culpado muchas veces por no haber podido protegerla, por no haber estado cuando se fue, por no haber pasado más tiempo con ella, hasta que entendí que da igual el tiempo que pase con ella porque para mí jamás será suficiente. Siempre querré más tiempo con ella del que pude tener. Después de su muerte, entre en un huracán de angustia, rabia, dolor y muchas preguntas. ¿Por qué a ella, porque a nosotros, se podía haber evitado…? Son preguntas que me sigo haciendo. Es un dolor que ahoga, un vacio que a mí a veces me asfixia. Tienes que enfrentarte a las preguntas de mucha gente, a la falta de educación y de empatía muchas veces. Pudimos enterrarla y despedirnos de ella y eso a pesar del dolor, fue un alivio para nosotros.

Creo que no pude vivir de una manera sana el duelo por la muerte de mi hija Lía, ya que Lía se había muerto pero tenía otra hija que me necesitaba y creo que no me permití no estar a la altura. El ingreso de Lucía en la UCI comenzó el día de su nacimiento y termino casi tres meses después, la primera vez que la vi recuerdo que solo llore y le pedí que luchara. Se lo pedía cada día, mientras le hablaba a través de la incubadora, la lucha y la batalla de Lucía ha sido muy larga. Hubo muchos sustos, muchas posibles despedidas y vivir así es horroroso, es horroroso irse cada noche a casa sabiendo que puede ser la última vez que ves a tu hija viva.
En mi, género un sentimiento de angustia y ansiedad constante, dejas de dormir, de sonreír  apenas comes. Me pase cada día largas horas al lado de la incubadora, cada día durante casi tres largos meses. Donde cada avance de tu hija lo celebras como si de un premio se tratara. La primera vez que la pude coger fue casi tres semanas después de su nacimiento y fue un momento maravilloso. La muerte de Lía sin duda generó en mí un pánico constante a que Lucía también se marchara. Pero  a pesar de todo, la lucha de Lucía me enseño muchas cosas, a ser paciente, a saber esperar y Lucía es sin duda el mejor regalo que la vida pudo darnos después de la muerte de Lía. Es un camino durísimo, donde a veces faltan fuerzas y donde el miedo me paralizo en muchas ocasiones. También es un camino donde hemos conocido personas maravillosas, que nos han ayudado y nos han sostenido.

Recuerdo la vuelta a casa con Lucía con una mezcla de tristeza y alegría, yo quería entrar con mis dos hijas en casa, no con una. Cada vez que miro a Lucía, que contemplo sus primeras veces, soy consciente de que eso jamás ocurrirá con Lía. Es una mezcla de sentimientos difícil de gestionar a veces. Sigo sintiendo el mismo dolor y la misma rabia por la muerte de Lía pero tengo otra hija que me necesita a la altura, que se merece mis sonrisas cada día. Han sido meses muy difíciles, llenos de ansiedad, angustia, miedo y mucha desesperación. Ahora miro atrás y soy consciente de cuanto nos ha cambiado la vida, del largo camino que hemos recorrido y de lo poco que se habla de ello. El duelo muchas veces es sinónimo de silencio. Nadie me preparo para esto, en las charlas con las matronas y en el embarazo nadie contempla estas posibilidades.
No digo que haya que crear miedo ni alarma a las mamás, pero si dar a conocer que estas cosas ocurren. Porque sino cuando suceden, te sientes perdido. Los hijos también se mueren, pero eso a nadie le interesa contarlo.
Ahora diez meses después del nacimiento de mis hijas, aun queda un largo camino que recorrer.
El ingreso en la UCIN de Lucía dejo muchos miedos  y muchas inseguridades. Dejo paso a las temidas secuelas que sabes que pueden aparecer en cualquier momento. Decidí dejar de trabajar para dedicarme a Lucía y es la mejor decisión que he podido tomar. Es una niña que a pesar de todo está sana y es feliz, nos regala cada día momentos maravillosos. De alguna manera me ha hecho confiar aunque sea un poco otra vez en la vida. Apenas nació con 680 gramos y hoy es una niña maravillosa. La miro y todo ha merecido la pena, las largas noches sin dormir, con pánico a que nos llamaran del hospital, el dolor y la incertidumbre que nos acompaño largos meses ha quedado a atrás. Ella me hace sentir que podremos con todo, que Lía la cuida desde el cielo y que aunque no podamos disfrutarla de la manera que nos gustaría, también nos enseño muchas cosas antes de irse. Soy madre de dos niñas y lo peleare hasta el día que ya no este.

Lucía crecerá sabiendo que fue y es una gran guerrera, que le gano la batalla a la muerte y se aferro a la vida, que nos devolvió la luz y que es el mejor regalo. Crecerá sabiendo que tiene una hermana que también lo intento y a la que siempre que quiera podemos ir a ver. Que solo tiene que mirar al cielo para sentirla cerca.
Ser madre me ha cambiado la vida, estoy aprendiendo a ser mamá de una hija de la que no puedo disfrutar, no todos los días es fácil y muchas veces tengo que enfrentarme a situaciones que me generan dolor, pero Lía es y será siempre un regalo. Y Lucía nos enseña cada día lo que realmente es importante. He aprendido a valorar muchas cosas que antes pasaban desapercibidas y a dar gracias cada día por estar aquí. Nos toco esta batalla, me sigo preguntando a veces porque,  luego miro a mi hija y en su sonrisa encuentro la respuesta."

0 comentarios:

Publicar un comentario