El tema de la alimentación en general es todo un mundo y bastante complejo, pero no solamente existen problemas en los niños, sino también en los adultos desde una mala alimentación que de lugar a problemas de salud como diabétes hasta trastornos psicológicos como la ansiedad que alguno de sus síntomas puede generar sensación de "algo en la garganta" llevando a casos más extremos y graves a dejar de comer sólidos por miedo a atragantarse.
Y sabéis que nuestro punto débil con Daniella es el tema de la alimentación y va más allá de ser una una mala comedora, sino que hay un problema conductual de base que hay que trabajar con distintos profesionales (fundamentalmente con logopedas ya que el tema de crear el bolo alimenticio, deglución, masticar...puede resultar complejo para algunos de los pequeños de la casa). Tras mucha lucha conseguimos quitar la sonda hace ya más de un año, y poco a poco fue comiendo los purés de forma positiva, rápido (demasiado) pero al menos comía sin luchar con ella (es cierto que tiene que tener la televisión puesta para ello, pero cuando lleguemos al punto de comer correctamente todo y sin lucha ya continuaremos trabajando en las distracciones). Ahora tenemos días de luces y sombras con la introducción de los alimentos sólidos, algunos días come de maravilla, disfruta con sus trozos e incluso te pide más; y otros sin embargo, no hay forma de que coma ni el puré...y claro debido a su peso nos encontramos siempre en una balanza complicada ya que tiene que alimentarse para ver si conseguimos que engorde pero a la vez tiene que introducir sólidos por los beneficios que tiene para ella como por ejemplo mejorar los músculos encargados del habla y como consecuencia el habla. ¿Cuál es el problema? que los pediatras y neonatólogos no le dan valor a que coma sólidos, únicamente a que se nutra y engorde, sin embargo, desde mi opinión personal y profesional ambas cosas tienen que ir de la mano porque esto no es como el andar que "ya lo hará" sino que se puede llegar a cronificar provocando un problema de alimentación mayor a largo plazo y encontrarnos con niños de 6 y 7 años que aún comen pures por no aceptar los sólidos... y como este problema ocurre mucho en niños prematuros e incluso en niños a término que aunque no tengan ese diagnóstico muchas veces están al borde del mismo he pedido a dos profesionales que aporten sus conocimientos en cuanto a esta materia.
¿Cómo sé si mi hijo tiene un problema de alimentación?
A menudo damos por buenas pautas disruptivas o erroneas de alimentación, asumiendo sin más que nuestro hijo es un mal comedor y no se puede hacer nada más que tener paciencia, sin embargo, hay grandes profesionales a los que podemos consultar. Laura, de Aumenta y logopeda de Daniella nos da las claves para identificar si nuestro hijo o hija tiene algún problema y si convendría por tanto realizar una valoración profesional.
- Si tarda más de 30 minutos en comer
- Si incluye grandes cantidades de comida dentro de la boca
- Si aparecen fuertes rabietas o conductas disruptivas durante el momento de la comida
- Si solamente come de dos/tres grupos de alimentos (verduras, carne, pescado, pasta...)
- Si aparece tos/arcada durante el momento de la alimentación
- Si a partir de los dos años continua comiendo únicamente purés/algún sólido blando
Pero...¿Cuáles son las causas de los trastornos?
Para ayudarnos un poco más en esta cuestión nos ha ayudado Jessica, que podéis encontrarla en instagram en @logopedaymama y que es consciente de los problemas que genera un mal comedor tanto para el niño como para los padres porque este tipo de situaciones puede suponer la desestabilización de la armonía convirtiendo la comida en momentos de estrés, ansiedad y desesperación. Esto nos lleva a un desgaste en la relación entre padres e hijos e incluso entre miembros de la familia. Además debemos tener en cuenta que la alimentación no es una simple ingesta de alimentos, es más bien una actividad relacionada con la experiencia de distintas sensaciones y emociones. Podemos decir por tanto que existen varias causas para que aparezcan estos trastornos, sin embargo, es algo orientativo y siempre que se tengan sospechas se deberá acudir a un profesional a que realice una valoración adecuada así como un buen plan de tratamiento:
Médicos
Puede aparecer
un rechazo a la comida por motivos médicos como reflujo, problemas
gastroinstentinales, efectos secundarios a medicamentos o presencia de algún
tumor que haga sensación de cuerpo extraño en la laringe y/o ahogo (éste último
lo he añadido hace relativamente poco por un extraño caso de una niña que asistió
a consulta). Estos se deben resolver en consulta médica y, si después del
tratamiento persiste el miedo, pueden ayudar los psicólogos infantiles
2. Falta de costumbre
Sí, existe.
Niños y niñas que por un motivo u otro no han introducido los sólidos antes de
los dos años y ya después se niegan a probarlos.
Yo siempre
explico: “si comes triturado, no conoces realmente el sabor de la comida. Siempre
tomas la misma textura y de sabor parecido. Aunque tu puré lleve patata,
calabacín y puerros, tú no sabes identificar cada alimento por separado ni cuál
es su textura”.
Suele pasar que
se nieguen a masticar, pero sí que suelen tolerar una galleta o patatas fritas,
entre otras.
Una solución
sería hacer cambios poco a poco, no intentar conseguir en un día lo que no ha
podido en mucho tiempo. Mucha paciencia. Ofrecer trozos para que los toque, los
huela. Que ayude en el cocinado y se manche las manos de manera divertida.
3. Miedo
Miedo por parte
del niño o de la familia. Si en alguna ocasión hubo un episodio de
atragantamiento puede aparecer el miedo a que vuelva a ocurrir (por ambas
partes o una de ellas). Estos serían de carácter más psicológicos y los
recomiendo trabajar en conjunto con un psicólogo infantil.
4. Trastornos de la motricidad oral
Niños y niñas
muy lentos/as a la hora de comer. Cuesta masticar, se puede quedar en bolo un
buen rato en el carrillo sin moverse. Se cae el cubierto, cuesta pinchar, la
cuchara no llega llena a la boca, hipotonía facial, reflejo de la náusea
excesivamente marcado, mala coordinación en el masticado, en definitiva, algo
agotador.
Para
solucionarlo, se necesitaría una evaluación logopédica a nivel miofuncional con
un programa específico, puesto que cada niño es diferente.
Esto puede ir
unido a dificultades en el lenguaje, ya que los músculos implicados en la
masticación son los mismos que a la hora de hablar.
5. Trastornos de origen sensorial
El aspecto
sensorial es muy complejo. Puede ser agotador y frustrante y necesita mucha
paciencia. No se va a saber cuánto tiempo va a durar ni siquiera si va a ser
pasajero. Niños con un repertorio limitado de texturas, dos categorías:
-
Hiposensibilidad: tono muscular disminuido con
dificultades de masticación. No perciben los estímulos, dificultando la
diferenciación de sabores y texturas. Pobre conciencia dentro de la boca, por
lo que puede dificultar a la hora de tragar. Rechazan la introducción de nuevas
texturas por miedo a lo desconocido. En ciertos casos, el niño puede babear a
causa de la falta de sensación.
-
Hipersensibilidad:
presentan una mayor sensibilidad en la estimulación oral, siendo aversivo hasta
el mínimo contacto, lo que lleva a rechazar nuevas texturas. Dificultades para
cepillarse los dientes, no se dejan tocar la cara, rechazan texturas mixtas
detectando los mínimos cambios, presentan arcadas, no soportan estar manchados,
no solamente las manos y la cara. El niño o niña que presente hipersensibilidad
oral tendrá diferentes dificultades en el comportamiento. Esto se extrapola a
más situaciones del día a día; ropa, diferentes texturas para tocar, caminar en
ciertos sitios.
Sin duda para saber
si nuestro hijo o hija presenta un trastorno a nivel sensorial es necesario una
evaluación en profundidad bien por un logopeda especializado trastornos de
origen sensorial o un terapeuta ocupacional experto en integración sensorial.
Si con pautas en consulta no
mejora la situación, lo ideal sería que el profesional acuda a casa del niño o
niña a la hora de la comida para que pueda hacer las anotaciones oportunas. Con
esta observación directa se puede ir elaborando y diseñando un programa de
intervención individualizado que ayude en las limitaciones.
Por eso si vuestros hijos no comen como deberían y el momento de la comida es una lucha os recomiendo acudir a un profesional, bien cualificado y con el que vosotros os sintáis cómodos.
Para terminar y como siempre recordaros, si tenéis alguna historia que queráis que comparta en mi blog o eres un profesional que crees que puedes aportar algo a los lectores del blog escríbeme a miarcoirisguerrero@gmail y para seguir nuestro día a día síguenos en instagram (@mi_arcoiris_guerrero)
0 comentarios:
Publicar un comentario